no fue tan fácil morir en combate
demasiados embutidos uniformados
policías pederastas y sus diosas eslavas
groupies borrachas
tragándose las balas con mi nombre
montando los chaquiñanes de la noche
todos huyendo hacia el club mermelada
buscando un dealer brumoso
violento
ansiando su lengua
y bailo
sobre el sepulcro vacío de mi calavera reluciente
y las hienas rabiosas
marcando cruces en la loma
sobre minúsculas fosas púrpura
con orina de merthiolate
rastreando, infructuosamente
ese aliento a bolero negro de la madrina
entre las braguetas del vecindario
caigo a carcajadas
rendido
al fondo de la quebrada de San Juan
escuchando a los zombies morder mis sesos
-chifles en trocitos para un extra crunch-
y el hedor que se eleva
feliz
recogiendo los pasos
de esta dosis final de agente naranja
d.